«Habitamos aquí y eso no es decir poco. Habitar no es alojarse. Un alojamiento no es finalmente sino una casilla, en la cual la gente es alojada, por las buenas o por las malas, después de su jornada de trabajo y a la espera de la siguiente. Es una jaula cuyos muros nos son ajenos. Habitar es otra cosa. Es un entrelazamiento de vínculos. Es pertenecer a los lugares en la misma medida que ellos nos pertenecen. Es no ser indiferente a las cosas que nos rodean, es estar enlazados: a la gente, a los ambientes, a los campos, a los setos, a los bosques, a las casas, a tal planta que yace en el mismo espacio, a tal animal que se suele ver ahí. Es estar anclados y tener posibilidades abiertas en nuestros espacios. Es lo opuesto a sus pesadillas de metrópoli, de las que sólo cabe deshacernos».
Un habitar más fuerte que la metrópoli
Consejo Nocturno